Del autor

En el año 2003 escribí una columna en el diario La Opinión de Cúcuta criticando severamente la poesía del abogado Pablo Chacón Medina. La respuesta del abogado a mi columna fue una demanda penal por injuria y calumnia en un proceso amañado en el que Pablo Chacón pide una indemnización de 500 millones de pesos y cárcel para el columnista. Además exige que me retracte de mis opiniones académicas sobre su producción literaria. Cosa que no voy hacer. El caso ya cumple cuatro años. Dentro de poco, la juez que lleva el proceso citará a las partes implicadas a una audiencia pública. Allí se hará una valoración del proceso y se dictará sentencia. Para que el lector se forme su propia opinión sobre el caso, este blog brindará toda la información.


¿Quién le teme a Renson Said?

sábado, 17 de noviembre de 2007

Por Pedro Ecudriñez
El Espectador

En la edición del 11 al 17 de noviembre de El Espectador, me enteré de una viva polémica en Cúcuta, entre un crítico literario (Renson Said) y un abogado (¿poeta?) llamado Pablo Chacón Medina. No conozco a ninguno de los dos. En el artículo de El Espectador, firmado por Enrique Rivas, se dice que: “una jueza de Cúcuta se apresta a resolver si el crítico literario del periódico ‘La Opinión’, Renson Said Sepúlveda Vergara, injurió y calumnió al abogado Pablo Chacón Medina, una de las personalidades intelectuales de la capital de Norte de Santander, al señalar que no es poeta ni sus calidades estéticas lo ameritan”.

Traté de conseguir el texto original de Said sobre los poemas de Chacón, y a su vez, los escritos estéticos de éste para formarme mi propia opinión, sin éxito, pues en internet lo único que aparece sobre los dos es lo siguiente:

Sobre Said: conferencia de Said sobre García Márquez en la Biblioteca Luis Ángel Arango de Cúcuta; poema “Tricolor” en la revista ‘Casa de Poesía Silva’; conferencia sobre la revista ‘Mito’.

Sobre Chacón: artículo “¿Agradece Uribe la gestión de Chávez?”; proposición a favor de un presbítero: “eminente orador sagrado, excelso y prolífico escritor, investigador incansable, conversador inigualable y ameno, entre otros atributos que adornan su personalidad” (lo dijo Chacón, en compañía de otros “doctores”, sobre un joven presbítero, que tampoco conozco).

A lo mejor esto era lo que esperaba (y espera) Chacón de un crítico literario. Es posible que su ego “simulador y vanidoso” (cito a Said a propósito) necesite de este tipo de adulaciones fatuas. Si Said lo llamó: “mediocre, incapaz intelectualmente y analfabeto”, Chacón no tiene sino que demostrar con obras (literarias), no con piezas (jurídicas), que no lo es. Si se arriesga, puede que no sólo Said sino muchos más lo llamemos de nuevo: “mediocre, incapaz intelectualmente o analfabeto”. O quizá los adornos de su personalidad nos maravillen y lo llamemos: “orador sagrado, excelso y prolífico escritor, investigador incansable, conversador inigualable y ameno”. Qué más da.

Más allá de los escritos de Chacón o Said, lo que está en juego para nosotros es la libertad de pensamiento y de expresión. Es cómico que el abogado Chacón demande a un crítico literario por sentirse afectado en su “salud sicofísica”. ¿Se imaginan a los impresionistas franceses demandando a los salones de exposición por no haber incluido sus pinturas en ellos? ¿Dedicando su tiempo, su energía y su creatividad a toda suerte de artimañas legales? Quizá no hubieran pintado más.

Cuántos poetas, de haber seguido la idea de Chacón, hubieran dejado de lado sus obras por ir a los tribunales a buscar a los jueces, en vez de buscar ser leídos (y apreciados o no) por lectores anónimos. Tomemos sólo un caso. El genial Artaud, que ve varias veces rechazada su colección de poemas por la ‘Nouvelle Revue Francaise’ y que lo único que ve publicado es el intercambio de cartas con el director de la revista. ¿Acaso se le ocurrió a él, o a cualquier artista que tenga un mínimo sentido del “gusto” y de “entereza estética”, demandar a alguien por no ser publicado o leído? Por otra parte, ¿qué puede decir un juez, por experto que sea en cualquier especialidad del derecho, sobre el arte? Y finalmente, ¿a quién le importa lo que digan abogados o jueces sobre el arte?

No es, sin embargo, la primera vez que episodios así se presentan en Colombia. Recuerdo, por ejemplo, en la época de la I Regeneración, ciento veinte años antes de ésta, cómo Núñez, Caro y su sanedrín de inquisidores, presbíteros y gramáticos persiguieron y desterraron a Vargas Vila y a Juan de Dios Uribe, por escribir panfletos políticos, y sobre todo por ridiculizar las supuestas “gestas” poéticas del dictador Núñez, y su famoso poema: ‘Que sais-je?’ (¿Qué se yo?).

A quienes defendemos la libertad de expresión y la cultura, debe tenernos sin cuidado que se trate de una “personalidad” o no, el que demande a un periodista por manifestar sus opiniones. Que siga entonces el curso del ‘Affaire Said’. A diferencia de Enrique Rivas, considero que este no es un tema menor y que, si bien no puede compararse a las atrocidades que leemos todos los días (y a las que no se cuentan) en los procesos de “parapolítica”, en la defensa de Said se juega lo poco que tenemos como democracia (a pesar de lo que piense la revista ‘The Economist’).

No hay comentarios.: