Del autor

En el año 2003 escribí una columna en el diario La Opinión de Cúcuta criticando severamente la poesía del abogado Pablo Chacón Medina. La respuesta del abogado a mi columna fue una demanda penal por injuria y calumnia en un proceso amañado en el que Pablo Chacón pide una indemnización de 500 millones de pesos y cárcel para el columnista. Además exige que me retracte de mis opiniones académicas sobre su producción literaria. Cosa que no voy hacer. El caso ya cumple cuatro años. Dentro de poco, la juez que lleva el proceso citará a las partes implicadas a una audiencia pública. Allí se hará una valoración del proceso y se dictará sentencia. Para que el lector se forme su propia opinión sobre el caso, este blog brindará toda la información.


DE LO REAL EN LA LITERATURA


Renson Said



El escritor español José de Sánchez Marías acaba de publicar un enjundioso ensayo sobre lo real en la literatura al que tituló de manera enciclopédica “Ensayo sobre lo real en la literatura contemporánea y sus límites con la naturaleza”. Un catálogo de novelas hispanoamericanas que según el escritor español deben ser clasificadas exclusivamente como “realistas” porque su verdad literaria “es compatible con la verdad histórica de los pueblos”. Sánchez Marías es profesor de literatura comparada en la Universidad de Salamanca y escribe ocasionalmente una columna en El País, de Madrid. Sus artículos son densos, sus opiniones sobre el conflicto palestino tienen resonancia internacional, pero sus textos sobre arte y literatura no sólo son de una pobreza argumentativa rayana en la bobería sino que retoma discusiones ya superadas por la historia.



El título del ensayo me parece pretencioso: ¿qué es lo real? Nadie lo sabe. ¿Qué es literatura? (Jean-Paul Sartre escribió un libro de trescientas páginas haciéndose esta pregunta y no encontró respuesta), ¿A qué se refiere con literatura contemporánea? (Borges se sentía contemporáneo de Virgilio), ¿cuáles son los límites que la literatura tiene con la naturaleza? Ya Aristóteles decía que no había límites sino oposiciones, porque la vida no está hecha con palabras, en cambio, la naturaleza de la literatura es verbal y polisémica. Y por último, ¿por qué señala a Cien años de soledad como una novela que no habla de realidades? en fin, tantos disparates merecen un comentario.



No puedo estar de acuerdo con la visión estrecha del profesor Sánchez Marías porque la realidad es más amplia que aquella que perciben los sentidos. Cada época tiene sus temores, sus mitos, sus sueños, sus fantasmas y un ideal del ser humano que las ficciones expresan con mayor fidelidad que ningún otro género (el reportaje o la historiografía, por ejemplo). A los lectores del siglo XVI las hazañas de Amadís les parecían realistas porque esas extraordinarias fabulaciones simbolizaban sus más hondos y sensibles deseos. A los lectores el siglo XVIII, que ambicionaban lo excesivo y querían ardientemente que el mundo estuviera gobernado por lo extraordinario, las obras de Rabelais los colmó con una humanidad de seres en los que la desmesura era la norma y lo ordinario y “real” la excepción. Porque la literatura no es la vida, como para que se le tracen límites entre ésta y aquella, sino que es su contradicción, como sugería Aristóteles, una vida aparte, con leyes y reglas propias, en las que puede ocurrir que el exceso parezca normal y el “realismo”, irrealidad.



Pretender que la literatura “realista”, es, como dice Sánchez Marías, aquella cuya verdad literaria “es compatible con la verdad histórica de los pueblos”, es demagogia, y la demagogia no tiene nada que ver con la literatura. Porque la literatura no es una escrupulosa pintura de la experiencia real, sino que al ser contada (la vida, la realidad) de manera literaria, cambian las reglas de juego. El episodio sobre la masacre de las bananeras contado por Álvaro Cepeda Samudio y más tarde por Gabriel García Márquez, pertenecen a la exclusiva realidad dramática de la literatura aun cuando en ella se perciban correspondencias con el episodio de la vida real que la inspiró.



Así como no se puede juzgar una película a partir de su modelo literario, tampoco se puede juzgar la literatura “realista” por su exactitud con los acontecimientos de la vida real. Los hechos que cuenta una novela sobre la guerra civil española, no son de ninguna manera, la “verdad”, la “vida”, la “historia” de la guerra, sino que son la “verdad”, la “vida” y la “historia” de una novela, es decir, de una ficción: de una mentira que busca la verdad literaria escamoteando las mentiras de la historia y de la vida.



Es por eso que tal vez el término “realista”, para definir una obra que conserva fidelidad con los acontecimientos superficiales de la vida real no cabe en la literatura. Porque la novela, es decir, la ficción, expresa una verdad de a puño: la de ciertos miedos, sueños o anhelos nuestros que son reales y que coinciden con los que el autor concretó en su soberbia creación. Las confrontaciones políticas, el paso de la oralidad a la escritura, los mitos y la llegada de los grandes inventos a Macondo, forman parte de la ficción de García Márquez, pero su artificio no está divorciado de la vida, sino que es un simulacro tan persuasivo y sugerente que no sólo nos exalta sino que nos hace tomarlo por la vida verdadera: la vida de donde provino y de donde el autor escamoteó elementos para darles una solución estética.



Como decía Mario Vargas Llosa “las mentiras de la ficción sólo son aceptadas por los lectores cuando, a través de las deformaciones, exageraciones, corrupciones y trastornos que imprimen a la experiencia humana, expresan una verdad profunda, oculta bajo la máscara con la que el creador recompone en su obra lo vivido”.



En un sentido estricto no creo que haya literatura “realista”, si no se tiene en cuenta esa zona oscura del hombre que son sus sueños y pesadillas, sus deseos y ambiciones: sus tormentos. Tal vez eso sea más real que los hechos históricos de que habla el profesor José de Sánchez Marías.

No hay comentarios.: