Prólogo a la compilación de los premios de cuento “Jorge Gaitán Durán”.
“Toda literatura no es, en el fondo, sino una mezcla cuyos ingredientes son eternamente los mismos. Pero cada época exige una forma nueva”. Hebbel.
“La única literatura honrada es la que puede mejorar al hombre”.
Constancio C. Vigil.
Renson Said Sepúlveda
Este libro reúne por primera vez los trabajos premiados en el concurso nacional de cuento “Jorge Gaitán Durán”, creado en 1968, por el profesor, periodista, poeta, novelista y ex diplomático, Miguel Méndez Camacho. Aunque Gaitán Durán no se destacó como cuentista (sus trabajos en este campo fueron incipientes), la creación del premio era un homenaje al hombre que, con la fundación de la revista Mito y la importancia de su trabajo poético, había renovado el panorama de la literatura colombiana de mediados del siglo XX. El primer número de la revista abría con una frase reveladora: “las palabras están en situación”. Y que hizo posible un diálogo permanente con otras culturas, con otras formas de pensamiento, con otras maneras de entender el universo. Gracias a ello los falsificadores de la cultura, las glorias locales, los poetas de campanario y los genios de cafetería quedaron reducidos en su exacta dimensión humana: rezagos de una literatura verbosa encallada en una falsa erudición.
Gaitán Durán muere en las Antillas Francesas en 1962. Dos años después muere su mejor amigo, el poeta cucuteño Eduardo Cote Lamus. El primero muere en un accidente aéreo, el segundo, en un accidente terrestre. Al poco tiempo se instauran los premios de cuento y poesía con sus respectivos nombres, como si Gaitán y Cote continuaran más allá de la muerte esa fervorosa correspondencia entre el cielo y la tierra que iniciaron en vida.
La conciencia del lenguaje en la obra de Gaitán Durán, su disciplina académica, su espíritu despierto a las cosas del mundo y su estatura intelectual así como el compromiso político con su generación respaldan estos premios de cuento. Aquí, el monto de los premios no tiene ninguna importancia. Como he dicho antes, es el prestigio del nombre el verdadero valor de estos concursos. Esto no significa que no estén dotados de una buena contribución económica, porque lo están. Si no que la importancia moral, literaria e intelectual del premio de cuento “Jorge Gaitán” es lo que ha llevado a muchos escritores colombianos a participar con fervor en estos concursos.
Como sucede con el premio de poesía “Eduardo Cote”, con estos cuentos se le puede medir el pulso a la literatura colombiana. No hay aquí la tan cacareada influencia macondina, ni hay regionalismos asfixiantes, ni naturalismos fotográficos: no hay un solo cuento que busque tumbar al gobierno de turno. Es decir, no hay realismo socialista, ni realismo trágico, ni surrealismo francés. Estos cuentos simplemente (y aquí el “simplemente” conserva una hondura filosófica) cuentan cosas. Parece una grosera obviedad, pero miren ustedes y verán que hoy en día se escriben cuentos en los que al autor se le olvida contar una historia.
Es probable que esto obedezca a que el concurso de cuento “Jorge Gaitán” surge en una época en que, como lo afirma la profesora Luz Mery Giraldo, la literatura colombiana se despliega en múltiples direcciones en la que convergen varias generaciones o promociones, así como tendencias temáticas y preocupaciones formales. Este premio de cuento es contemporáneo del boom de la narrativa latinoamericana, de la revuelta estudiantil de mayo del 68, de la Primavera de Praga, de la guerra de Vietnam, de la Plaza de las Tres Culturas de México, de Jethro Tull y Stanley Kubrick. Es contemporáneo de un cambio de mentalidad. Tal vez eso explique que ninguno de los cuentos aquí reunidos tenga parentesco alguno. Guillermo Maldonado no parece contemporáneo de Roberto Burgos. El tono nostálgico de Maldonado dista mucho del intimismo de Roberto Burgos. Sin embargo, ambos pertenecen a la misma patria: un lenguaje común y un mundo que comparten. Una visión de mundo particular verbalizada a través de sus instrumentos esenciales.
La pluralidad de temas y lenguajes, de propuestas y enfoques es el resultado natural de una época de crisis. En el momento en que se empieza hablar de la muerte de la novela y de los géneros literarios, de la postmodernidad o del postmaterialismo, surge en Cúcuta un concurso de literatura sobre un género literario específico. Con mucha modestia pero al mismo tiempo con mucho acierto los cuentos premiados y muchos de los que ocuparon segundos puestos necesitaron esa terrible crisis de época para cobrar su propia vigencia. En términos generales, los temas de estos cuentos aquí reunidos son los grandes temas pascalianos: la soledad, el absurdo, la muerte. Los eternos temas de la literatura.
El cuento es un género exigente. Y aunque es poco cultivado, en Colombia hemos tenido grandes representantes. Desde José Félix Fuenmayor, hasta Roberto Burgos. Para no mencionar a los más famosos: Cepeda Samudio, García Márquez, Hernando Téllez, en fin. Porque como en el poema, el cuento no permite malabarismos verbales. Cuaja o no cuaja. Su estructura es cerrada, perfecta y desde la primera línea el autor está obligado a hipnotizar al lector, a impedir la elaboración prolongada de bostezos. Esta compilación de cuentos señala un rumbo, dibuja un mapa, sienta las bases de una literatura plural de ruptura en el panorama de la literatura colombiana. Sus autores son conscientes de que las palabras están en situación. De que el mundo se está desbaratando. Y para dar cuenta de ese desajuste, la literatura necesita tener el ritmo, el estilo y hasta el tono de la vida misma en su más profunda ebullición.
“Toda literatura no es, en el fondo, sino una mezcla cuyos ingredientes son eternamente los mismos. Pero cada época exige una forma nueva”. Hebbel.
“La única literatura honrada es la que puede mejorar al hombre”.
Constancio C. Vigil.
Renson Said Sepúlveda
Este libro reúne por primera vez los trabajos premiados en el concurso nacional de cuento “Jorge Gaitán Durán”, creado en 1968, por el profesor, periodista, poeta, novelista y ex diplomático, Miguel Méndez Camacho. Aunque Gaitán Durán no se destacó como cuentista (sus trabajos en este campo fueron incipientes), la creación del premio era un homenaje al hombre que, con la fundación de la revista Mito y la importancia de su trabajo poético, había renovado el panorama de la literatura colombiana de mediados del siglo XX. El primer número de la revista abría con una frase reveladora: “las palabras están en situación”. Y que hizo posible un diálogo permanente con otras culturas, con otras formas de pensamiento, con otras maneras de entender el universo. Gracias a ello los falsificadores de la cultura, las glorias locales, los poetas de campanario y los genios de cafetería quedaron reducidos en su exacta dimensión humana: rezagos de una literatura verbosa encallada en una falsa erudición.
Gaitán Durán muere en las Antillas Francesas en 1962. Dos años después muere su mejor amigo, el poeta cucuteño Eduardo Cote Lamus. El primero muere en un accidente aéreo, el segundo, en un accidente terrestre. Al poco tiempo se instauran los premios de cuento y poesía con sus respectivos nombres, como si Gaitán y Cote continuaran más allá de la muerte esa fervorosa correspondencia entre el cielo y la tierra que iniciaron en vida.
La conciencia del lenguaje en la obra de Gaitán Durán, su disciplina académica, su espíritu despierto a las cosas del mundo y su estatura intelectual así como el compromiso político con su generación respaldan estos premios de cuento. Aquí, el monto de los premios no tiene ninguna importancia. Como he dicho antes, es el prestigio del nombre el verdadero valor de estos concursos. Esto no significa que no estén dotados de una buena contribución económica, porque lo están. Si no que la importancia moral, literaria e intelectual del premio de cuento “Jorge Gaitán” es lo que ha llevado a muchos escritores colombianos a participar con fervor en estos concursos.
Como sucede con el premio de poesía “Eduardo Cote”, con estos cuentos se le puede medir el pulso a la literatura colombiana. No hay aquí la tan cacareada influencia macondina, ni hay regionalismos asfixiantes, ni naturalismos fotográficos: no hay un solo cuento que busque tumbar al gobierno de turno. Es decir, no hay realismo socialista, ni realismo trágico, ni surrealismo francés. Estos cuentos simplemente (y aquí el “simplemente” conserva una hondura filosófica) cuentan cosas. Parece una grosera obviedad, pero miren ustedes y verán que hoy en día se escriben cuentos en los que al autor se le olvida contar una historia.
Es probable que esto obedezca a que el concurso de cuento “Jorge Gaitán” surge en una época en que, como lo afirma la profesora Luz Mery Giraldo, la literatura colombiana se despliega en múltiples direcciones en la que convergen varias generaciones o promociones, así como tendencias temáticas y preocupaciones formales. Este premio de cuento es contemporáneo del boom de la narrativa latinoamericana, de la revuelta estudiantil de mayo del 68, de la Primavera de Praga, de la guerra de Vietnam, de la Plaza de las Tres Culturas de México, de Jethro Tull y Stanley Kubrick. Es contemporáneo de un cambio de mentalidad. Tal vez eso explique que ninguno de los cuentos aquí reunidos tenga parentesco alguno. Guillermo Maldonado no parece contemporáneo de Roberto Burgos. El tono nostálgico de Maldonado dista mucho del intimismo de Roberto Burgos. Sin embargo, ambos pertenecen a la misma patria: un lenguaje común y un mundo que comparten. Una visión de mundo particular verbalizada a través de sus instrumentos esenciales.
La pluralidad de temas y lenguajes, de propuestas y enfoques es el resultado natural de una época de crisis. En el momento en que se empieza hablar de la muerte de la novela y de los géneros literarios, de la postmodernidad o del postmaterialismo, surge en Cúcuta un concurso de literatura sobre un género literario específico. Con mucha modestia pero al mismo tiempo con mucho acierto los cuentos premiados y muchos de los que ocuparon segundos puestos necesitaron esa terrible crisis de época para cobrar su propia vigencia. En términos generales, los temas de estos cuentos aquí reunidos son los grandes temas pascalianos: la soledad, el absurdo, la muerte. Los eternos temas de la literatura.
El cuento es un género exigente. Y aunque es poco cultivado, en Colombia hemos tenido grandes representantes. Desde José Félix Fuenmayor, hasta Roberto Burgos. Para no mencionar a los más famosos: Cepeda Samudio, García Márquez, Hernando Téllez, en fin. Porque como en el poema, el cuento no permite malabarismos verbales. Cuaja o no cuaja. Su estructura es cerrada, perfecta y desde la primera línea el autor está obligado a hipnotizar al lector, a impedir la elaboración prolongada de bostezos. Esta compilación de cuentos señala un rumbo, dibuja un mapa, sienta las bases de una literatura plural de ruptura en el panorama de la literatura colombiana. Sus autores son conscientes de que las palabras están en situación. De que el mundo se está desbaratando. Y para dar cuenta de ese desajuste, la literatura necesita tener el ritmo, el estilo y hasta el tono de la vida misma en su más profunda ebullición.
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