Del autor

En el año 2003 escribí una columna en el diario La Opinión de Cúcuta criticando severamente la poesía del abogado Pablo Chacón Medina. La respuesta del abogado a mi columna fue una demanda penal por injuria y calumnia en un proceso amañado en el que Pablo Chacón pide una indemnización de 500 millones de pesos y cárcel para el columnista. Además exige que me retracte de mis opiniones académicas sobre su producción literaria. Cosa que no voy hacer. El caso ya cumple cuatro años. Dentro de poco, la juez que lleva el proceso citará a las partes implicadas a una audiencia pública. Allí se hará una valoración del proceso y se dictará sentencia. Para que el lector se forme su propia opinión sobre el caso, este blog brindará toda la información.


De un lector indignado


Una cosa es garabatear versos, y otra hacer poesía... Colombia es en gran medida un país de muchos poetas pero de muy poca poesía, y eso se da porque la crítica literaria no es una institución fuerte en el país y siempre ha estado supeditada al sesgo de lo político y otro tipo de intereses. En otras palabras, a que la crítica todavía no es un campo autónomo.

A ojo de buen cubero se puede dar cuenta uno de que los méritos literarios del señor Chacón, en Cúcuta, son debidos más a su posición y su influencia que a su calidad literaria, de la misma manera que en Cali, en el mal llamado parque de los poetas, se puede encontrar el transeúnte despistado una muestra gratuita de algunos de los peores poetas que se haya imaginado lector crítico alguno, pues el criterio de quienes ordenaron esas estatuas no era precisamente literario-crítico.

La incapacidad intelectual y el analfabetismo funcional son categorías posibles desde las ciencias de la educación e incluso desde la crítica literaria, hacen referencia a la falta de dominio de alguien sobre la cultura letrada occidental y la incapacidad del sujeto para superar esta situación así le ponga todo su empeño. Todos conocemos este tipo de personas, sabemos que existen porque los encontramos en cuanta conferencia o evento cultural hay en nuestras ciudades, y por lo general siempre intervienen para preguntar o decir majaderías, porque les gusta hacerse notar. Gente que "lee", adopta poses, cita autores cuando habla, pero cuyo discurso florido de inesperados giros retóricos, carece de profundidad alguna.

¿Hay que ser benevolente cuando se tiene la legitimidad que da un saber disciplinar que te brinda herramientas para desenmascarar ese tipo de personajes? Yo creo que no. Hay que ser franco, preciso, y a veces un poco malévolo, porque la influencia que ejercen este tipo de personas sobre los imaginarios culturales de una comunidad pueden ser más perversos que una demanda por 500 millones, y si creen que exagero, atrévanse nomás a sondear el nivel de complejidad que es capaz de lograr el lector colombiano promedio. Bien lo dice Renson en su artículo al describir al personaje objeto de su columna: “Todos esos vicios juntos son el sustento de una acomplejada y a la vez agresiva como eficiente y pomposa mediocridad municipal”. Si un pésimo poeta llega por ventura de sus influencias políticas a buscar su inclusión en el canon literario de una sociedad, lo más honesto que puede hacer un crítico es desenmascararlo de frente, y si se puede desde la tribuna de un periódico, mejor, y un juez o un fiscal no tienen autoridad ni competencia para decidir si alguien tiene la razón o no, en ese campo.

Ahora, si alguien ha construido su identidad bajo el falso supuesto de que escribe poesía, pues el crítico literario no es responsable de la forma en que esta endeble identidad se afecte. Si alguien muere o enloquece porque un crítico le dijo que no era poeta y se lo demostró con argumentos literarios, la responsabilidad no es del crítico, eso sería como culpar al médico por el ataque cardiaco que le dio a su paciente cuando enteró de que padece una enfermedad terminal.

El crítico Renson Said no hace afirmación alguna, en su artículo, que no sea sustentada, incluso en su misma brevedad. Es evidente que hay un sesgo de hostilidad hacia el "poeta" Chacón, pero este no interviene de manera decidida en el análisis, pues el artículo se dirige específicamente a la condición de poeta y ensayista que el hombre en cuestión proyecta en su imagen pública; así, en sus evaluaciones utiliza las herramientas de la crítica, y concluye que este señor no es un poeta sino un simulador. No hay que ser "educado" para decir eso, la columna de opinión y el artículo periodístico literario se permiten precisamente el uso de la ironía como medio de expresión. Se trata de una demanda a todas luces absurda que pretende invadir la autonomía de la crítica literaria como campo dentro de la cultura colombiana, pues bien vista la situación, no está en juego solo el crítico Renson, sino el campo mismo de la profesión. Esperemos pues que este episodio tan lamentablemente colombiano tenga buen término, y demos mientras tanto nuestro apoyo a Renson firmando el Manifiesto presente en su blog

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