Renson Said
Iba a escribir un artículo favorable sobre la ciudad. Un artículo laxo que se leyera de una sentada. Porque estamos de fin de año, todos enguayabados, amanecidos, con dolor de cabeza, con la garganta estragada de tanto whisky, sin ganas de leer. Yo mismo no leeré esta columna cuando salga. No hay tiempo, no hay ganas: ¿quién va a leer hoy? Nadie. Ni siquiera los abstemios.
Iba a escribir entonces un artículo laxo. Pero caminé por las calles y me di cuenta que en todas las esquinas de esta ciudad, en todos los semáforos, en todas las curvas de carretera, se acumulan grupos de desplazados por la violencia. Y niños que limpian a la fuerza los vidrios de los carros, ancianos que madrugan para hacer cola en la alcaldía porque no les pagan la pensión. Gente desgraciada que pide
limosna con el último soplo de vida que les queda. Vendedoras de mandarinas, de minutos, de teléfonos celulares, hombres drogados que amenazan con varilla, gente que roba celulares a punta de cuchillo.
Hombres tirados al pie de la iglesia que exhiben una pierna abierta en canal, como los cerdos que cuelgan en las plazas de mercado; niños quemados, muchachos que tragan fuego en los paraderos, señoras que se suben a la buseta con un niño de brazos a vender agua en bolsa, agua en vasito o agua de colores. Y la burguesía de overol, es decir, la que tiene plata para pagar un pasaje de buseta se pone
en guardia porque esa gente que se sube en la buseta a pedir plata es peligrosa: es gente pobre que además de pobre se reproduce como los conejos: a gran escala.
Pobre bebé que comienza la vida en brazos de una madre que pide plata en la buseta. Cuando ese bebé cumpla cinco años pasará a limpiar vidrios, cuando tenga ocho meterá bóxer para olvidar el hambre, cuando tenga doce ya tendrá varias entradas a la cárcel de menores y cuando sea adulto, si tiene suerte, será raspachín o alcalde de Cúcuta. Y uno mira las calles y ve la basura acumulada
debajo del letrero que dice: “prohibido arrojar basura”. Y al lado una propaganda política del conservador partido liberal, o del ultra conservador partido conservador.
Pero no sólo los pobres piden plata. También los políticos que son, por naturaleza, gente que nació con hambre. Miren no más toda la plata que han pedido para financiar sus campañas. Le piden plata a todo el mundo, como ese hombre desgraciado que mencioné más arriba. Con la diferencia de que el pobre pide para comer. Y en cambio el político pide por avaricia.
Esa pobreza no sólo le hace daño al pobre sino a toda la sociedad. Porque una mitad romperá a varillazos a la otra. Porque una mitad se va a cansar de ser escupida, de ser humillada y le pasará la cuenta de cobro a la otra. Aquí la mitad de los cucuteños viven del rebusque. Y si eso no cambia, algo va a pasar. Que tengan un feliz
año.
Iba a escribir un artículo favorable sobre la ciudad. Un artículo laxo que se leyera de una sentada. Porque estamos de fin de año, todos enguayabados, amanecidos, con dolor de cabeza, con la garganta estragada de tanto whisky, sin ganas de leer. Yo mismo no leeré esta columna cuando salga. No hay tiempo, no hay ganas: ¿quién va a leer hoy? Nadie. Ni siquiera los abstemios.
Iba a escribir entonces un artículo laxo. Pero caminé por las calles y me di cuenta que en todas las esquinas de esta ciudad, en todos los semáforos, en todas las curvas de carretera, se acumulan grupos de desplazados por la violencia. Y niños que limpian a la fuerza los vidrios de los carros, ancianos que madrugan para hacer cola en la alcaldía porque no les pagan la pensión. Gente desgraciada que pide
limosna con el último soplo de vida que les queda. Vendedoras de mandarinas, de minutos, de teléfonos celulares, hombres drogados que amenazan con varilla, gente que roba celulares a punta de cuchillo.
Hombres tirados al pie de la iglesia que exhiben una pierna abierta en canal, como los cerdos que cuelgan en las plazas de mercado; niños quemados, muchachos que tragan fuego en los paraderos, señoras que se suben a la buseta con un niño de brazos a vender agua en bolsa, agua en vasito o agua de colores. Y la burguesía de overol, es decir, la que tiene plata para pagar un pasaje de buseta se pone
en guardia porque esa gente que se sube en la buseta a pedir plata es peligrosa: es gente pobre que además de pobre se reproduce como los conejos: a gran escala.
Pobre bebé que comienza la vida en brazos de una madre que pide plata en la buseta. Cuando ese bebé cumpla cinco años pasará a limpiar vidrios, cuando tenga ocho meterá bóxer para olvidar el hambre, cuando tenga doce ya tendrá varias entradas a la cárcel de menores y cuando sea adulto, si tiene suerte, será raspachín o alcalde de Cúcuta. Y uno mira las calles y ve la basura acumulada
debajo del letrero que dice: “prohibido arrojar basura”. Y al lado una propaganda política del conservador partido liberal, o del ultra conservador partido conservador.
Pero no sólo los pobres piden plata. También los políticos que son, por naturaleza, gente que nació con hambre. Miren no más toda la plata que han pedido para financiar sus campañas. Le piden plata a todo el mundo, como ese hombre desgraciado que mencioné más arriba. Con la diferencia de que el pobre pide para comer. Y en cambio el político pide por avaricia.
Esa pobreza no sólo le hace daño al pobre sino a toda la sociedad. Porque una mitad romperá a varillazos a la otra. Porque una mitad se va a cansar de ser escupida, de ser humillada y le pasará la cuenta de cobro a la otra. Aquí la mitad de los cucuteños viven del rebusque. Y si eso no cambia, algo va a pasar. Que tengan un feliz
año.