Del autor

En el año 2003 escribí una columna en el diario La Opinión de Cúcuta criticando severamente la poesía del abogado Pablo Chacón Medina. La respuesta del abogado a mi columna fue una demanda penal por injuria y calumnia en un proceso amañado en el que Pablo Chacón pide una indemnización de 500 millones de pesos y cárcel para el columnista. Además exige que me retracte de mis opiniones académicas sobre su producción literaria. Cosa que no voy hacer. El caso ya cumple cuatro años. Dentro de poco, la juez que lleva el proceso citará a las partes implicadas a una audiencia pública. Allí se hará una valoración del proceso y se dictará sentencia. Para que el lector se forme su propia opinión sobre el caso, este blog brindará toda la información.


Efraim bocafloja

Su oficio es la simulación, la literatura desechable y la pose artificial de escritor maldito. Después de leer a Efraim el lector queda con la sensación de haberse atragantado con toneladas de papas fritas.

Renson Said

Efraim Medina Reyes es un escritor Cartagenero que ha tenido un relativo éxito editorial gracias a sus declaraciones irreverentes para la prensa frívola del país. Es el enfant terrible de las señoras bogotanas que se sonrojan cuando leen que un personaje de su primera novela tiene una “verga de 25 centímetros en días calurosos”. Critica lo frívolo, lo superficial, lo vacío y se burla de la cultura del entretenimiento a través de unas novelas que son sin duda, lo más entretenido, frívolo, superficial y vacío que ha dado la literatura colombiana en mucho tiempo.



Efraim tiene un personaje al que le dicen bocafloja y creo que este apodo es un dibujo exacto del autor. En una entrevista para El Cartel Urbano dice que los nuevos escritores colombianos “escriben maricadas”. Efraim también. Sus novelas son bostezos de una literatura municipal encallada en la pretensión de universalidad. En el afán de escandalizar con un lenguaje que, según él, proviene de sus tempranas lecturas de Charles Bukowski, pero que en realidad proviene de las malas traducciones que hace Anagrama del escritor norteamericano. Para escribir como Bukowski no basta con soltar tres palabrotas callejeras en el párrafo. El lenguaje de Bukowski es la respuesta a una época de crisis tanto personal como social. Efraim intenta copiarlo sin conocer los contextos. Sin conocer la lenta maduración que la vida desarrolla en un hombre para darle esa conciencia del lenguaje, esa estética del desencanto que es lo distintivo en las obras de Bukowski o de Miller.



Dice también que “Héctor Abad es una tía que escribe novelas para tías”. Y a mí en cambio me parece que Héctor Abad es un buen escritor y que Efraim escribe como un sobrino que quiere ser tan bueno como la tía a la que odia.



Dije que Efraim es un bocafloja. Porque se la pasa lanzando improperios contra la farándula colombiana: contra la cultura light que tanto desprecia. Y ese mundillo que ha sido objeto de burlas por parte de Efraim lo contrató para que dirigiera la revista El Gran Hermano: una revista frívola que daba cuenta de los chismes del reality del mismo nombre. Efraim se tragó toda su irreverencia. O peor aún: la irreverencia de Efraim tiene precio. Y por unos cuantos pesos dejó de fingir y se convirtió en lo que realmente es: una pieza más de la industria del entretenimiento. De modo que asumió la dirección de la revista y allí se dio cuenta que sus novelas se vendían mejor si formaba parte del espectáculo. Por eso aceptó la propuesta de otra revista frívola para hacerse una cirugía en el rostro y contarlo en una crónica. Hoy sigue posando como un escritor irreverente, pero en realidad él es eso que los franceses llaman “rastacuero”, es decir, un hispanoamericano que jamás podrá ser lo que dice que es. Porque su oficio es la simulación, la literatura desechable y la pose artificial de escritor maldito. Después de leer a Efraim el lector queda con la sensación de haberse atragantado con toneladas de papas fritas.

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