Del autor

En el año 2003 escribí una columna en el diario La Opinión de Cúcuta criticando severamente la poesía del abogado Pablo Chacón Medina. La respuesta del abogado a mi columna fue una demanda penal por injuria y calumnia en un proceso amañado en el que Pablo Chacón pide una indemnización de 500 millones de pesos y cárcel para el columnista. Además exige que me retracte de mis opiniones académicas sobre su producción literaria. Cosa que no voy hacer. El caso ya cumple cuatro años. Dentro de poco, la juez que lleva el proceso citará a las partes implicadas a una audiencia pública. Allí se hará una valoración del proceso y se dictará sentencia. Para que el lector se forme su propia opinión sobre el caso, este blog brindará toda la información.


Un cuentero en el periodismo

Cada vez que nos proponemos escribir acerca de un tema, debemos preguntarnos qué tiene de universal: cuál metáfora, símbolo o signo que nos permita pasar de lo pequeño a lo grande. Debemos hacer una reflexión porque sólo si encontramos este vínculo, este pasaje entre lo local y lo universal, nuestro texto tendrá peso y valor. Rysard Kapuscinski

Renson Said

Es cierto que el periodismo colombiano está en crisis. Las páginas de las publicaciones más influyentes del país no cultivan la crónica periodística como una forma de aproximación a la realidad. Y esto se debe a dos factores. Primero, las Facultades de Comunicación del país no forman a sus alumnos dentro de la literatura. Y segundo, la velocidad como se produce las noticias no le da tiempo al periodista para que investigue los hechos con todos lo rigores que el oficio exige.

Prácticamente ningún medio de comunicación está dispuesto a pagarle a un periodista para que se dedique varios meses a la investigación de un solo tema, y entregue una crónica elaborada con todas las ramas de la ciencias humanas. Las pocas crónicas que se publican en las revistas o en los diarios están mal escritas porque el periodista no conoce los secretos de la escritura literaria que es fundamental para la elaboración de la crónica.

El manejo del suspenso de Edgar Allan Poe; el dato oculto en la poesía de Valery; la descripción de ambientes en la novelas de Flaubert; el drama sicológico en las criaturas de Dostoievski; la simultaneidad de lo no simultáneo en la pintura cubista y la consulta de archivos de un investigador social, pueden confluir en la crónica si quien la escribe está dotado de eso que Kapuscinski llama los cinco sentidos del periodista: estar, ver, oír, compartir y pensar.

Por eso las crónicas y reportajes que escribe Miguel Ángel Flórez Góngora son una lección de lo que es el periodismo moderno: una prosa ágil, fresca y eficaz que proviene de sus tempranas lecturas de la literatura universal: desde las tragedias de Sófocles y los libros de caballería hasta la poesía de T.S. Eliot, pasando por los latinoamericanos del boom y la literatura de postguerra europea. Miguel Ángel hace lo que los norteamericanos llaman Alto Periodismo. Es decir, un periodismo que no se desprende de la realidad pero que está elaborado con las herramientas de la literatura, y esto lo convierte en contemporáneo de Tomás Eloy Martínez, Carlos Monsiváis y Ryszard Kapuscinski.

Los reportajes de Miguel Ángel reflejan un aspecto de la condición humana. Sus personajes son seres de carne y hueso que se le revelan gracias a que sabe preguntar, sabe observar y sabe ganarse la confianza de sus entrevistados. El mejor camino para obtener información, dice Kapuscinski, pasa por la amistad. De ahí que los reportajes de Miguel Ángel, como La metáfora del ojo (biografía de Leo Matiz) o Manuel H. Pionero de la memoria, elaborados a lo largo de muchos meses de entrevistas, consultas a fuentes, archivos y documentos, logran dibujar un paisaje humano conmovedor sostenido sobre un simbolismo universal gracias a la fuerza de sus palabras.

Miguel Ángel Flórez Góngora es un cuentero. Cualquiera que haya leído los artículos que hace años publicaba en el diario La Opinión, o sus reseñas de libros, o sus entrevistas agudas y extraordinarias a escritores del mundo, o sus reportajes recientes a los dos más grandes fotógrafos de la historia de Colombia, sabe que él no hace otra cosa que contar un cuento: la herramienta básica del periodismo. Quien sepa contar un cuento como lo hace Miguel Ángel Flórez en sus trabajos periodísticos puede considerarse un reportero moderno. He leído todo lo que Miguel Ángel ha publicado en revistas y periódicos tanto de España como de América Latina y me asombra todavía su talento envidiable para darle al reportaje dimensión universal. Por eso estoy convencido de que su capacidad de observación, su inteligencia privilegiada y el estilo de su escritura hace que el periodismo colombiano tenga por fin una segunda oportunidad sobre la tierra.

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